Descripción
Paula Bozalongo entró por la puerta grande en la casa de la poesía con su primer libro: Diciembre y nos besamos. En La piel de la naranja encontramos una voz que se consolida plenamente, siguiendo el camino que va del dolor, la enfermedad, la pérdida, al encuentro consigo misma, en un despegue lento, punzante, difícil. Desde el comienzo del libro, la autora se sitúa dentro de una genealogía familiar que la llevó y la lleva de la mano, pero de la que tenía que ir despegándose inevitablemente hasta poder construir el territorio propio, es decir, su necesaria soledad. Proceso vital que, en una fantástica metáfora, la autora llega a comparar con sus torpes intentos de pelar de una vez una naranja, cuidando que no se nos vaya la mano o el cuchillo y caiga el jugo, la piel cortada. Hay quien lo consigue, pero también quien aprende a recoger la piel que cae sobre la mesa, el zumo, el juego, el duelo. Los infinitos juegos y duelos desde los que hemos de alzarnos para alcanzar el lugar al que nos llevan nuestros pasos, el azar, la voluntad: ese espacio donde podemos sentirnos y reconciliarnos con la vida, sus placeres, sus daños. O como dice otro de sus espléndidos poemas: hace de cada grieta / una raíz de luz.
Ángeles Mora